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Empower Florida’s Families To Escape Poverty

Sep 15, 2015 | Press Releases

Ayudando a los niños pobres de la Florida
Por Marco Rubio
El Nuevo Herald
15 de septiembre del 2015
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article35203380.html
 
Los niños de la Florida han comenzado el año escolar. Tristemente para muchos de ellos, el sonido de la primera campana de la escuela no puede sonar suficientemente rápido. Aproximadamente un millón de niños –uno de cada cuatro– están viviendo en la pobreza en nuestro estado. El comienzo del año escolar para ellos y sus familias no solo significa poder aprender a diario; también consiste en una rutina cotidiana en la que reciben alimentos y un alivio sin los cuales sus vidas serían impredecibles.
 
Cada historia tiene casos únicos: por ejemplo, algunos de estos niños provienen de familias atrapadas en un círculo vicioso de pobreza, mientras que otros estaban bien hasta que sus familias cayeron en tiempos difíciles. Algunos están en nuestras ciudades, otros residen en las zonas rurales y remotas casi olvidadas de la Florida, mientras que la mayoría vive en nuestros barrios.
 
En cada una de esas historias, veo la imagen de mi familia cuando llegó a este país en 1956. Durante muchos años, los alimentos típicos de mis padres consistían en arroz blanco con un huevo frito encima o macarrones con spam. A pesar del clima caliente de la Florida, no tenían aire acondicionado. Lavaban la ropa a mano y la colgaban afuera para secarla. Si necesitaban más dinero a fin de mes, trabajaban horas extras. Carecían de seguro de salud. Una vez mi madre se lesionó gravemente la mano, y ella misma se puso una venda y regresó al trabajo. Le quedó una cicatriz permanente.
 
Mis padres no sólo tenían que preocuparse de ellos mismos: también estaban cuidando a su niño pequeño, mi hermano, que nunca vio un dentista hasta que se enlistó en el Ejército. Los primeros años de mis padres en Estados Unidos fueron difíciles, pero porque decidieron que este sería su hogar, vivir en la pobreza para ellos fue solamente una condición temporal. Pero no muy lejos se les abrieron puertas a oportunidades –y también para mi hermano– oportunidades que les permitieron alcanzar una vida de clase media y poder vivir el sueño americano.
 
La historia de mi familia no es única. Ser capaz de superar las circunstancias que nos tocaron vivir cuando nacimos es lo que define la historia de Norteamérica. Me siento seguro que si tomamos las decisiones correctas todos los niños de la Florida –y los millones más que viven en la pobreza en el país– podrán alcanzar su potencial pleno. Vivimos en una nación excepcional a pesar de que haya tantas personas viviendo en la pobreza, pero tenemos un deber moral de ayudar a todos y hacer de Estados Unidos un país aún superior.
 
Debemos comenzar con ponerle fin a las políticas que se basan en que “una sola talla sirve para todos”, porque las políticas fracasadas de Washington no han sabido erradicar la pobreza en los últimos cinco decenios. En lugar de ello, cada estado en la nación debe empezar a recibir un Fondo Flex neutral. Esto significa que la ayuda federal que cada estado recibe a través de los diversos programas administrados por el gobierno federal sería diseñada para financiar programas locales que tengan como objetivo la erradicación de la pobreza. También debemos reformar el Crédito por Ingreso del Trabajo con una mejora salarial que complemente los ingresos mensuales de los trabajadores e incentive al trabajador en vez de promover una dependencia en la ayuda pública.
 

 
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Empower families to escape poverty
By Marco Rubio
Miami Herald
September 9, 2015
http://www.miamiherald.com/opinion/op-ed/article34606359.html
 
Children across Florida have been returning to school. Sadly for many, the first school bell of the year could not ring soon enough. Across our state, approximately 1 million children — one out of every four — are living in poverty. For them and their families, the start of the school year is not just about education; it provides a sense of comfort, routine and even consistent meals in otherwise unpredictable lives.
 
Each of their stories is unique: Some were born into families trapped in a vicious cycle of poverty; others were fine until their families fell on hard times. Some are in inner cities; others live in the often-forgotten rural parts of Florida, while a growing number are living in our suburbs.
 
In their lives, I see my family’s earlier struggles to overcome poverty upon arriving in the United States in 1956. For many years, my mom and dad’s typical meals consisted of white rice with a fried egg on top, or macaroni with Spam. Despite Florida’s heat, they didn’t have air conditioning. They washed their clothes by hand and hung it outside to dry. If they needed more money to make ends meet, they worked more. They lacked health insurance, so when my mother seriously injured her hand, she put a bandage on it and went back to work, scarring her hand for life.
 
My parents didn’t just have themselves to worry about; they were also caring for a young child – my brother, who never saw a dentist until he joined the Army. Their early lives in America were hard, but because they chose to make this their home, their life in poverty was a temporary condition. Soon, doors of opportunity started to open for them — and for my brother — that would allow them to achieve a middle-class life and stake their claim to the American Dream.
 
My family’s story is not unique. Being able to rise high above the circumstances of one’s birth helps define America. It gives me confidence that, if we make the right policy decisions soon, all of Florida’s children — and the millions more across this country living in poverty — will be empowered to achieve their full potential. We are already an exceptional nation despite having so many people living in poverty, but it is our moral duty to lift everyone and make America even greater.
 
We must start by ending the one-size-fits-all, Washington-knows-best approach that has failed to eradicate poverty over the past five decades. Instead, states should start receiving a spending-neutral Flex Fund, which is a lump sum amount of federal aid they already receive through the various federally administered programs. States would use these Flex Funds to design and fund anti-poverty programs on a more localized level. We should also reform the Earned Income Tax Credit into a wage enhancement to supplement a worker’s income each month that incentivizes work over welfare.
 

 
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